Sábado por la noche. El reloj marca las 2:00 am y la ciudad de Santiago aún vibra con vida. Las calles están animadas y la gente busca un lugar para divertirse. Mi destino elegido: Fausto Discotheque, una discoteca emblemática de la comunidad LGBTQ+ en Chile.
Al llegar, me encuentro con una fila considerable de personas ansiosas por entrar. La entrada tiene un costo de 12.000 pesos chilenos, y al ingresar me entregan una tarjeta de PVC con un diseño llamativo, que funciona como método de pago para las bebidas dentro del lugar.
Una vez dentro, me invade una atmósfera electrizante. La pista de baile está abarrotada de gente bailando al ritmo de la música, y en el aire se respira una energía contagiosa. El ambiente es inclusivo y acogedor, y se nota que todos están allí para disfrutar al máximo de la noche.
El lugar cuenta con dos ambientes: en el piso superior reina la música pop y electrónica, mientras que en el primer piso se encuentra la pista principal, donde el DJ Leo Arias pincha éxitos de los 80, 90 y otros estilos clásicos. Es aquí donde decido pasar la mayor parte de la noche, contagiado por la energía de la multitud y la música que me transporta a otra época.
En Fausto, me encuentro con un público diverso y unido por un mismo objetivo: pasarla bien. Bailo con desconocidos que se convierten en amigos por una noche, comparto risas y canto a pleno pulmón las canciones que me trae la memoria.
La noche transcurre volando entre baile, música y buena compañía. Fausto Discotheque se convierte en el escenario perfecto para una noche memorable, llena de alegría y diversión. Sin duda, un lugar al que volveré y que recomiendo a todos aquellos que buscan una experiencia única en la vibrante vida nocturna de Santiago.
¡Fausto: Una noche buena, buena!
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